El viento me dice que estás ahí
cruzas y el eco hace melodía
en tu cuerpo de cristal,
como campanitas de ángeles colgantes
que anuncian la llegada,
apenas si tu estela parece
una sombra entre los bombillos encandilados
de la tarde;
caminas entre la gente,
mirándolos,
saludas con tu cabello al viento
y tus ojos hablan de días
sin noches y sin horizonte,
eres transparente.
Los transeúntes van ocupados
sentados en vagones
apresurados,
embarcados en péndulos rutinarios,
ni siquiera advierten que sigues ahí,
no te oyen, no te ven,
tú, no tienes color.
El aire gris de la ciudad
no apaga tu aroma de inocencia,
que colorea con un pincel rojo
en el costado de mi parabrisas
mensajes con memorias
de días mejores que sueñas,
en tanto,
muda de pigmento el tiempo
y marca nuestro pronto adiós.
Mientras cambia la luz
tú, ya te estás despidiendo;
en ese momento empiezo a distinguirte,
mientras te vas adentrando
en la noche,
con todos los colores de tu sonrisa
de tus mejillas, tu pelo y tu listón;
tus pequeños dedos me regalan
una flor incompleta
a cambio de mi descuido,
yo alcanzo a terminarla
en el último instante,
cuando tu mano se despide
con un guiño,
y yo, me quedo sólo
con el pétalo invisible de tu mirada
en el bolsillo de mi camisa
junto a mi pecho.
2 comments:
Tan triste la realidad diaria.
Y pensar que es tan cierto, pero ellos no son los invisibles, más bien nosotros nos hemos vuelto ciegos, indiferentes, en el mejor de los casos miopes, ante estas realidades que laceran…en cambio ellos (la mayoría) aún sonríen y generosamente nos regalan la mejor sonrisa que pueden dibujarse en los labios… qué injusto intercambio…
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