Los parques toman un color especial
en esta temporada,
se puede andar solo
repasar las pinturas sobre la avenida
mirar las bufandas y los abrigos de colores
en los puestos del mercado,
ver girar las ruedas de las bicicletas y triciclos
observar a los pájaros y las hormigas
leer las placas de los próceres y monumentos
los letreros con nombres de árboles
pino, abeto, acacia;
quedarse con las pupilas abiertas
y los ojos cerrados,
sobre el pasto,
ver el cielo.
Los parques tienen un sonido particular
en este época,
uno puede abstraerse
oír las bandas de música en las esquinas y
frente al Teatro Nacional,
escuchar las risas y las conversaciones a lo lejos,
acusar el gorgoteo de las palomas y el tarareo de saltamontes,
el chirrido de las bicicletas y carricoches;
ocuparse del sonido de las fuentes y piletas,
del chapoteo en los charcos entre el empedrado,
e intentar adivinar si son los zapatos
de un niño, de una mujer o un hombre
quien hace resonar el agua inmóvil;
acurrucarse con los oídos despiertos,
sobre una banca,
escuchar el viento.
Los parques tienen un olor peculiar
en esta estación,
uno tiende a aspirarlo para llevárselo por dentro,
oler el algodón de azúcar y el caramelo de las manzanas
en las coloridas carretillas,
percibir el aroma de las flores y los árboles,
embriagarse con el olor del pasto y las hojas,
madera, polen, savia;
extasiarse con el olfato agudo,
sentado sobre el borde del camino,
oler la tierra.
Los parques tienen un sentido especial
en este momento
sea El Ejido, La Carolina,
la Alameda o el Metropolitano,
siempre pueden dejarnos llenos
de sus colores
de sus sonidos
de sus olores
y llevarse
lo que traemos en el pecho.
en esta temporada,
se puede andar solo
repasar las pinturas sobre la avenida
mirar las bufandas y los abrigos de colores
en los puestos del mercado,
ver girar las ruedas de las bicicletas y triciclos
observar a los pájaros y las hormigas
leer las placas de los próceres y monumentos
los letreros con nombres de árboles
pino, abeto, acacia;
quedarse con las pupilas abiertas
y los ojos cerrados,
sobre el pasto,
ver el cielo.
Los parques tienen un sonido particular
en este época,
uno puede abstraerse
oír las bandas de música en las esquinas y
frente al Teatro Nacional,
escuchar las risas y las conversaciones a lo lejos,
acusar el gorgoteo de las palomas y el tarareo de saltamontes,
el chirrido de las bicicletas y carricoches;
ocuparse del sonido de las fuentes y piletas,
del chapoteo en los charcos entre el empedrado,
e intentar adivinar si son los zapatos
de un niño, de una mujer o un hombre
quien hace resonar el agua inmóvil;
acurrucarse con los oídos despiertos,
sobre una banca,
escuchar el viento.
Los parques tienen un olor peculiar
en esta estación,
uno tiende a aspirarlo para llevárselo por dentro,
oler el algodón de azúcar y el caramelo de las manzanas
en las coloridas carretillas,
percibir el aroma de las flores y los árboles,
embriagarse con el olor del pasto y las hojas,
madera, polen, savia;
extasiarse con el olfato agudo,
sentado sobre el borde del camino,
oler la tierra.
Los parques tienen un sentido especial
en este momento
sea El Ejido, La Carolina,
la Alameda o el Metropolitano,
siempre pueden dejarnos llenos
de sus colores
de sus sonidos
de sus olores
y llevarse
lo que traemos en el pecho.
2 comments:
Cielos...primero..te salio muy bien lo de los ojos cerrados y pulpilas abiertas..que rica sensacion ..definitivamente hare lo escrito...lo necesito y lo extranio..gracias Pao..hiciste que reaccione a miles de recuerdos y miles de deseos.
qué excelente escrito Pao, una delicia de recorrido por los sentidos. Me encantó la parte de los sonidos, para mi los sonidos tienen "mas sentido" jajajaja y la tierra! que puede ser mejor que el olor al pastito con la tierra mientras se esta recostado mirando al cielo!
gracias
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