
Allá quedan
el ocaso,
los árboles,
la laguna cotidiana,
los niños y sus barquitos de papel,
mi remo,
tu ola,
mis manos,
tus pies;
también quedan el pasto y los juncos,
las garzas curiosas,
las ramas de los cipreses,
los sueños que guardé en el armario,
los ojos en la ventana,
mi diario en tu cajón;
esperando no olvidar los detalles,
los lunares en tu espalda,
tus dedos en mi cicatriz,
tu hombro consolador,
tu abrazo que abrasa,
tu vientre acogedor;
tomo nota de tus comisuras y tus mejillas,
de lo que dicen tus ojos,
también de lo que no dicen;
apunto nuestros suspiros,
pero no los cuento,
espero que sean muchos;
escribo nuestras conversaciones,
para cuando llegue la noche
repasar aquellas anotaciones
tan simples y tan transcendentales,
cuando tú
estés lejos.